Los trabajos de conservación del quetzal han permitido que en 25 años se le vea volar en mayor número en la Reserva de la Biosfera El Triunfo, Chiapas. Esta ave, en peligro de extinción, sólo se observa en libertad en la Sierra Madre de Chiapas y la zona limítrofe de los Chimalapas en Oaxaca. En este sitio, debido a los trabajos de protección del gobierno federal y otras instancias oficiales, se estima la existencia de tres individuos de esta especie por cada 16 hectáreas, a diferencia de hace 25 años cuando sólo había un ejemplar en dicha extensión de territorio. Antiguamente, el quetzal se distribuía desde Chiriquí, Panamá, hasta el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, por encima de los mil 200 metros de altitud en los bosques nublados húmedos y con precipitaciones pluviales superiores a los 3 mil milímetros anuales. Es de tamaño mediano con plumaje de color verde iridiscente en el dorso, en ambos sexos. Los machos se diferencian de las hembras por tener el pecho de color rojo y dos largas plumas que cubren la cola, que alcanza hasta un metro de longitud. Se alimenta principalmente de frutos y animales pequeños como lagartijas, grillos, ratones y mariposas. El finado biólogo mexicano Jesús Estudillo, al estudiar esta ave para evitar su extinción, descubrió que, en cautiverio, no se reproducía y moría joven por no contar con la presencia cercana de bromelias y helechos, que le ayudan a eliminar el exceso de hierro de su dieta. El quetzal fue un símbolo de Mesoamérica, considerado como la representación de Quetzalcóatl y Kukulkán, la serpiente emplumada, debido a que durante su vuelo las largas plumas cobertoras de la cola ondulan en el aire de manera similar al movimiento de estos reptiles. Sus plumas sirvieron para confeccionar el penacho de Moctezuma. r
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