Frase que se engloba a la perfección ante la magnitud de las compras actuales de tierra a nivel global y la apropiación de las tierras de los pobladores locales no tiene precedentes desde las adquisiciones coloniales de tierras del siglo XIX y principios del siglo XX, indicó el portal Cifor.
Ello, indica es por repunte global en el precio de los alimentos hacia finales de la primera década de 2000, donde varios países ricos, que dependen de las importaciones de alimentos, empezaron a comprar grandes extensiones de tierra en el mundo en desarrollo a fin de alcanzar su propia seguridad alimentaria.
Además, con el surgimiento del mercado de biocombustibles, las plantaciones para la reforestación y la creciente expansión de los cultivos comerciales como la palma aceitera, el control de grandes extensiones de bosques en el mundo ha sido transferido del Estado a propietarios privados, destruyendo en el proceso valiosos recursos forestales, especialmente la madera.
Mientras que el fenómeno del “acaparamiento de tierras”, como se lo ha llegado a conocer, continúa sin parar, un movimiento, crecientemente más sutil y cuestionable desde el punto de vista ético, ha cobrado impulso. A nivel global, grandes extensiones de tierras están siendo apropiadas por la agenda ambiental, un proceso que ha encontrado gran acogida entre influyentes ONG internacionales de conservación. El periodista del diario inglés The Guardian, John Vidal, describió este nuevo enfoque a la conservación como “el acaparamiento verde”.
En un documento de síntesis publicado en una reciente edición especial del Journal of Peasant Studies, James Fairhead y sus colegas muestran el creciente predominio del “acaparamiento verde” y cómo el sector del medio ambiente está influyendo en la forma que percibimos y gestionamos la naturaleza. Estos investigadores presentan un análisis revelador que muestra hasta dónde ha llegado el sector ambiental para aceptar la economía de mercado, ya sea para servicios de carbono, biodiversidad o servicios al ecosistema.
Fairhead y sus colegas argumentan que la mercantilización de la naturaleza ha reflejado una tendencia global hacia el neoliberalismo, en donde el mercado define y supuestamente dicta lo que debemos y no debemos valorar. Por ello, los esquemas de Pagos por Servicios Ambientales (PSE), la Reducción de las Emisiones de Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD) y otras iniciativas basadas en el mercado han sido incluidas en la agenda de conservación.
Cada vez más, la naturaleza se ha convertido en una fuente de ganancias económicas, generando inesperadas alianzas entre empresas, gobiernos con grandes extensiones de tierras, la industria bancaria, ONG de conservación internacionales y la comunidad de donantes.
Lamentablemente, los enfoques basados en las finanzas, por más bien intencionados que sean, tienden a pisotear los derechos de la población local. La apropiación de tierras sin un reconocimiento completo de la tenencia consuetudinaria que los pobladores rurales han disfrutado por siglos tendrá sin lugar a dudas consecuencias negativas sobre los medios de vida.
Comentarios Cerrados