Acapulco representa un paradigma turístico, bien se puede hacer un manual de lo que no se debe hacer para extinguir un polo de atracción turística. Si bien existen las etapas y procesos de crecimiento, desarrollo, maduración y decadencia de un polo turístico, es muy probable que hoy podamos ver y analizar que junto con factores sociales, políticos e inclusive religiosos, podemos ver que este tipo de fenómenos han afectado lugares recurrentes a la visita de turistas. La primavera árabe, afectó por mucho la llegada de turistas; cancelación de vuelos y líneas de cruceros a lugares como Egipto y sus muy reconocidas pirámides. Lugares como el principado de Bahrein e inclusive Dubai, sufrieron ante las inminentes revueltas y amenazas terroristas.
El régimen de terror y miedo que se instauró desde la dinastía Bush hasta nuestros días, con la polémica caída de las Torres Gemelas y la guerra contra Irak no sólo ocasionó que las corrientes de desplazamiento humanas entre países fuera frenada, a su vez esto desaceleró la economía y por ende afectó al turismo. En México el panorama no fue ni ha sido alentador en materia de turismo y seguridad. Juárez por mucho tiempo quedó sepultado y no sé si para bien de sus habitantes o para mal; por mucho tiempo Juárez se caracterizó por un turismo sexual y extremo a las prohibiciones que del otro lado de la frontera se establecían. Springbreakers de fin de semana, jóvenes adictos al riesgo de ingerir alcohol y drogas. Acapulco dejó mucho tiempo atrás de ser el faro que puso a México en el panorama mundial; el Acapulco de la época dorada, lugar obligado y de descanso para estrellas de Hollywood, magnates, políticos y famosos a nivel mundial. El nacimiento del primer centro nocturno incluso anterior al famoso Estudio 54 en Nueva York, la belleza de pie de la cuesta, las peripecias atléticas de los clavadistas de la Quebrada. El insólito sex appeal del lanchero acapulqueño que volvía locas a las extranjeras, los yates de fiesta alrededor de la bahía y los más exquisitos manjares como era la morisqueta, el pulpo enamorado, el ceviche Acapulco, los cocos con ginebra y alguno que otro exótico coctel, los ahora prohibidos huevos de tortuga, entre tantos deleites de la cocina guerrerense.
Acapulco dio de forma generosa ingresos millonarios al sector turístico de México, fue una fábrica de ilusiones para miles de lunamieleros y las vacaciones perfectas para cientos de miles de familias, pero toda esa magia, poco a poco se convirtió en una auténtica pesadilla. El abuso de los prestadores de servicio, la decadencia en la calidad, el nacimiento de mejores y más nuevos polos turísticos, entre tantos y tantos factores, el incremente excesivo de la inseguridad, el recalcitrante abuso de la autoridad ante la más mínima insinuación de ser “chilango” la terrible invasión de sillas, sombrillas, ambulantes, mendigos y rapaces cual hongos sobre la playa y la fulminante contaminación del mar marcaron la tumba de la joya del México dorado. Acapulco quedó al abandono de la federación; del puerto fue retirado el tan aclamado tianguis turístico. Las líneas de cruceros se quejaron por los excesivos cobros e impuestos por los arribos, sin contar de las cotidianas exigencias de mordidas de los inspectores de puerto. El fiel turista nacional se ha cansado de los malos tratos de los prestadores de servicios; hoteles descuidados, viejos y sucios. Antros con bebidas adulteradas, inseguridad latente por el pleito de la plaza entre cárteles de la droga. Acapulco es el referente de lo que no se debe hacer en materia de turismo, si es que queremos ser una potencia turística y la federación no puede dejar en el abandono tan emblemático centro turístico.
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