El dengue, es una enfermedad que tiene un costo epidemiológico de prevención estimado en mil 200 millones de pesos (75 millones de dólares), y el clínico es de alrededor de 400 millones (25 millones de dólares) más.
Cabe mencionar que el dengue es una enfermedad infecciosa producida por un virus que transmite el mosquito Aedes aegypti; y una persona con este padecimiento es portador del virus y un probable diseminador, pues en caso de ser picado por un mosquito no infectado, éste adquirirá el virus y, a su vez, contagiará a individuos sanos.
Se conocen dos variantes. Una es el dengue clásico, cuyos síntomas son similares a los de una gripe intensa: fiebre alta, de 39 grados o más; fuertes dolores de cabeza, musculares, articulares, de huesos, detrás de los ojos o retroocular. “Lo consideramos un ataque al estado general. En estas condiciones los pacientes se sienten muy mal”, dijo Luis Durán Arenas, exjefe del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM y actual director del Centro de Estudios Mexicanos del Reino Unido.
Es una enfermedad muy molesta y dolorosa, pero en general es autolimitada a siete días. Puede ser incapacitante, pero no del todo. Hay quienes continúan su rutina con ayuda de analgésicos, y otros soportan las molestias sin medicamentos. “En todo caso, el paciente sabe que en una semana se recupera”.
“Sin embargo, puede llevar a la muerte, en especial si el sistema de salud es malo, y el nuestro es ineficiente. Ahora bien, aunque sean pocos casos, son peligrosos y la persona puede fallecer porque en una enfermedad hemorrágica no sólo aparecen manchas en la piel, sino en los riñones y en el hígado; en los órganos internos hay hemorragias. Al paciente se le tiene que manejar como si estuviera en cuidados intensivos”, subrayó.
No hay certeza de que alguien que haya enfermado de dengue clásico tenga mayor riesgo de desarrollar la variedad hemorrágica. Algunas teorías plantean que si se tuvo contacto con el virus y se reinfecta puede desarrollar esta última, pero sólo son hipótesis, aclaró.
“Se conocen casos de personas sin antecedentes que al ser infectadas desarrollaron esa variante, que es una reacción exagerada del organismo. No hay un virus de dengue hemorrágico y otro clásico, el origen de cada uno es la respuesta del individuo”.
El problema con un padecimiento como éste, que dura siete días y no deja secuelas graves, es que hay riesgo de ser parte del siete por ciento que desarrolla el hemorrágico, y si a ello se aúna un sistema de salud ineficiente, el peligro se detona, expresó Durán Arenas.
Como es una enfermedad viral, se piensa en una vacuna, que se justifica si las consecuencias son graves. Por ejemplo, con la viruela cientos de miles de personas podían quedar ciegos o morir. Igual con el sarampión. “En esos casos, una vacuna está más que justificada”.
Debido a las características de esta afección y las cepas del virus que la producen, la vacunación deberá ser analizada con cuidado. La alternativa de inoculación a grupos geográficamente definidos y de alto riesgo pudiera estar justificada, más no la vacuna universal.
Es necesario evaluar si las acciones son adecuadas o no para que los recursos sean mejor empleados. Una posible alternativa sería vacunar, pero otra podría ser mejorar las condiciones de las viviendas, con lo cual no sólo se ataca al dengue, sino también muchas otras enfermedades.
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