En México festejar el Día de Muertos (2 de noviembre) dedicado a los fallecidos de la familia es parte fundamental de la vida. Desde los indígenas en épocas precolombinas se dedicaba todo el mes de agosto para lo que hoy son las festividades de los últimos días de octubre y principios de noviembre.
El entendimiento indígena de la muerte y el concepto religioso judeocristiano sobre ella se fusionaron en un altar de muertos que la UNESCO ha catalogado como Patrimonio de la Humanidad.
El altar de muertos está basado en la idea indígena que la muerte no es más que una manifestación de la vida. No es una falta, ni ausencia, ni desaparición de alguien. La muerte es simplemente una nueva etapa en la existencia de esa persona. Por eso es tan lógico poner un altar para muertos que pueden venir a verlo, olerlo, comerlo, beberlo y escucharlo. Es un altar para muertos muy vivos que han pedido permiso para regresar con sus familias a mostrar que la muerte no es ningún fin, sino que la existencia es infinita, esto ha sido informado por parte de la Doctora de Literatura moderna, Marilú Acosta.
Quien explicó que la conquista española introdujo el concepto de infierno y el terror a la muerte por miedo al castigo eterno basado en los pecados en vida. Ambas posturas generaron un sincretismo en las festividades de los Fieles Difuntos, las cuales se iniciaron para venerar a los santos europeos y asiáticos que llegaron al Puerto de Veracruz y fueron transportados a distintas iglesias. Ahí la conmemoración incluyó flores, procesiones, reliquias de pan de azúcar (antecesoras de las calaveras de azúcar) y el pan de muerto.
Este pan fue agregado de una manera sumamente natural por los religiosos europeos porque el pan es la representación de la eucaristía: la consagración del pan y el vino para recordar la muerte y resurrección de cristo. Por lo anterior el mito que explica el pan de muerto como representante de los sacrificios humanos que realizaban los indígenas, no se sostiene.
Otro punto a tomar en cuenta es que el pan de muerto es un pan de trigo y en la América precolombina el grano por excelencia era el maíz. Por otro lado la fácil aceptación del pan de muerto (de comerse al muerto) en esta nueva sociedad colonial indígena-española, si pudiera tener orígenes en lo común de los sacrificios humanos de los indígenas, entremezclado con el rito de la comunión por lo que representa la ostia (el cuerpo de cristo) de la sociedad española.
El pan de muerto tiene distintas variantes, uno en forma de calavera, otro en forma de domo, que tiene una bola a lo alto que representa el cráneo con cuatro huesos que pidieran representar los cuatro elementos (tierra, fuego, aire, agua, que dejaron los muertos) o los cuatro puntos cardinales, esenciales para el retorno de los muertos a casa. También se encuentran panes de muerto en forma de animales, vegetales o seres fantásticos. Sus ingredientes son harina, levadura, azúcar, sal, huevos, mantequilla, manteca vegetal, agua de azahar, olor que recuerda a los muertos.
El altar de muertos puede ser sencillo con dos niveles que representan el cielo y la tierra, con tres al cual se le añade el purgatorio o el altar con siete niveles que representan los pasos necesarios para llegar al cielo y descansar en paz. En el cuarto nivel se coloca el pan que alimenta las ánimas que llegan, en el quinto nivel está la comida preferida de los difuntos, sólo como algo placentero, la nutrición y la energía la toman del pan.
Comer pan de muerto con o sin altar durante octubre y noviembre es una tradición que nadie rompe, es una manera de honrar a los muertos, recordarlos e integrarlos a la vida diaria.
Comentarios Cerrados