En 2020, este padecimiento fue la tercera causa de decesos en México (sólo después de las enfermedades del corazón y de la COVID-19); el número de muertes fue más alto que en años anteriores.
Según datos del INEGI (julio de 2021), los tres principales motivos de muerte a nivel nacional el año pasado fueron: por enfermedades del corazón, 218 mil 885 (20.2 por ciento); por la COVID-19, 201 mil 163 (18.5 por ciento); y por diabetes mellitus (DM), 151 mil 214 (13.9 por ciento).
En México, esta última tiene una prevalencia de casos conocidos de 10.3 por ciento de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018; hoy, probablemente se encuentre cercano o superior al 15 por ciento, explica el académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Francisco Javier Gómez Pérez.
También se identificó un consumo de alimentos ricos en calorías, con abundantes cantidades de azucares (que contienen altas dosis de jarabe de maíz o de sacarosa, como dulces, pasteles, mermeladas, chocolates, barritas, cereales, cajeta, jugos industrializados, pan de caja e incluso salsa de tomate), el cual ocurre desde temprana edad hasta en 85 por ciento de los individuos.
El experto menciona que además de los problemas de alimentación, otros factores del aumento en el número de casos son la predisposición genética, y el sedentarismo, según también se demostró en la encuesta; asimismo, tabaquismo -desde la adolescencia- que condiciona, entre otros problemas, resistencia a la insulina.
El consumo frecuente y abundante de alimentos con un contenido calórico alto y la inclusión de bebidas azucaradas, alimentos ricos en grasas saturadas y sustancias alcohólicas, elevan la prevalencia de obesidad. En el sondeo, la suma del sobrepeso y la obesidad fue de 76 por ciento, añade el especialista.
Hay que mencionar, agrega, que el síndrome metabólico -que incluye peso alto, obesidad central, aumento de triglicéridos, hipertensión arterial e intolerancia a la glucosa-, se ha observado en encuestas anteriores hasta en 50 por ciento de la población.
Otro aspecto relevante es que el desarrollo de complicaciones es mayor en pacientes que inician estos problemas metabólicos desde temprana edad, lo cual tiene que ver, en parte, con una atención muchas veces defectuosa por parte de médicos con un adiestramiento insuficiente, o, lo que es peor, la falta de acceso a los sistemas de salud, refirió.
La Federación Internacional de Diabetes (FID) estimó para 2019 la prevalencia del padecimiento a nivel mundial en 9.3 por ciento; es decir, 463 millones de adultos, y se calcula que aumente a 700 millones para 2045, con una frecuencia de 10.9 por ciento.
La proporción es mayor en la población urbana (10.9 por ciento) que en la rural (7.2 por ciento) y se conoce que a escala global una de cada dos personas no sabe que la padece. La mortalidad reportada en el mundo en 2019 fue de 4.2 millones de personas y el gasto estimado de 760.3 mil millones de dólares, el cual aumentará a 845 mil millones de dólares para 2045.
Recordó que en 1993 la prevalencia en México fue de 6.7 por ciento; en 2006 se incrementó a más del doble, es decir, 7.3 millones de personas, lo que representó 14.4 por ciento de la población.
En 2019, la FID reportó 12.8 millones de diabéticos en nuestro país y estimó que para el 2045 la cifra alcanzará a 22.9 millones, ocupando en ambos años el sexto lugar a nivel mundial, después de China, India, Estados Unidos, Pakistán y Brasil, como lo informó en su momento el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), del Sistema de Centros Públicos de Investigación Conacyt, recordó el investigador universitario.
En contraste, en los últimos años se han registrado grandes adelantos para el control de los diabéticos, por ejemplo, contar con diferentes tipos de insulina, de acción rápida, más tardía o duradera, que permiten obtener niveles más cercanos a los fisiológicos de la hormona.
Otro avance es el desarrollo de mejores sistemas de monitoreo continuo de la glucosa que permite saber, entre otros aspectos, en qué proporción el paciente presenta hipoglucemia (o disminución de la cantidad normal de glucosa en la sangre), o bien, un control aceptable y a qué hora del día debe modificarse la dosis de insulina. Desgraciadamente estos medicamentos y sistemas son costosos y están al alcance de pocos pacientes.
Francisco Javier Gómez recomienda que quienes tienen factores de riesgo, es decir, obesidad, preeclampsia durante el embarazo, antecedentes familiares del padecimiento o manifestaciones de resistencia a la insulina –como acantosis nigricans, o sea zonas de la piel oscuras y engrosadas–, se realicen estudios cada seis meses para medir glucosa y, de ser posible, hemoglobina glucosilada (un examen que mide el nivel promedio de glucosa o azúcar en la sangre durante los últimos tres meses).
Comentarios Cerrados