Por Adrián Manero
Desde muy joven estoy convencido de que no quiero tener hijos. En 2005, cuando tenía veintitrés años y cursaba la universidad, escribí un listado de razones para no tenerlos de modo que, si en algún momento llegaba a pensar que podría ser una buena idea, pudiera leer la lista y reforzar mi convencimiento de que no debía hacerlo.
Con el paso de los años mi disposición sólo se hizo más fuerte, las motivaciones para no tener hijos tal vez hayan cambiado pero siguen estando ahí. A pesar de esto, y de que sabía de la existencia del procedimiento para hacer de mi decisión algo definitivo, dejé pasar mucho tiempo antes de hacerme la vasectomía.
Tal vez fue por desidia, por no encontrarle un sentido de urgencia, o tal vez en parte por no saber dónde preguntar, un poco también por ignorancia y pena. Creía que tras la operación no volvería a eyacular y, aunque no quería tener hijos, tampoco tenía prisa por efectuar un cambio así.
Un amigo se la hizo en el Seguro Social y me contó que para obtener aprobación tuvo que pedirle a una amiga suya que fingiera que era su pareja y que los dos lo habían decidido y estaban seguros. Me sonaba demasiado complicado, así que seguí postergándolo, dejándolo fuera de mis preocupaciones.
Entonces, una ex novia con la que había terminado recientemente me contactó. No había tenido su período. Estaba casi seguro de que no podría haber quedado embarazada, pero no por completo. Siempre cabía la posibilidad del error. Me puse a pensar en lo inconveniente que sería que ella estuviera esperando. Nuestra relación ya se había vuelto algo demasiado tóxico, de ninguna manera lo ideal como para tener y criar a un hijo.
La angustia de pensar en que mi vida podría cambiar por completo debido a un descuido me abrumó por algunas horas que parecieron una eternidad. Afortunadamente, la prueba dio negativo y la situación no pasó a mayores. Pero decidí que no quería volver a sentir esa preocupación, más aún cuando desde hacía años sabía con certeza que no quiero tener hijos.
El procedimiento de vasectomía es mucho más sencillo de lo que pensaba. En efecto, como se dice, uno sale caminando de la operación (que no dura más que unos minutos). Cuando me enseñaron los pedazos de conductos que me retiraron, pensé “ya nunca voy a poder tener hijos”… y sentí una gran tranquilidad, ya que era justamente lo que yo quería.
La recuperación también es breve y sencilla. Y no, no dejé de eyacular. El semen y los espermatozoides se producen por separado, sólo que ahora no se pueden juntar. Los espermatozoides permanecen en mi cuerpo y son absorbidos por mi organismo. El semen es expulsado, pero sin células reproductivas. Me di cuenta de lo mucho que ignoraba, tanto de mi anatomía como del proceso de reproducción sexual.
Tristemente, hay mucha desinformación y, por tratarse de temas tan íntimos, poca gente se atreve a averiguar aunque haya mucha información disponible. He escuchado que hay hombres que piensan que la vasectomía es lo mismo que una castración. O que su hombría se verá afectada, que su apetito sexual va a disminuir, que ya no podrán tener erecciones. Nada más alejado de la realidad. Mi vida no ha cambiado en nada, sólo en que ya nunca tendré la incertidumbre de que por un error pueda cambiar sin que yo lo haya planeado.
Razones para no tener hijos puede haber muchas, ya sea que uno no quiera tenerlos nunca o que decida que ya tuvo los que deseaba. Y todas esas razones son válidas, lo importante es tomar la decisión y hacer algo al respecto. Es importante considerar que la esterilización del varón es mucho más sencilla y certera que la de la mujer, además no tiene ningún efecto secundario. Si tienen pareja y deciden no tener hijos, o no tener más, es preferible que sea el hombre quien se opere. Y si están solteros pero tampoco quieren más descendencia, no dejen que la decisión dependa de otros.
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