La heridas son una abertura en la piel, producidas por cualquier tipo de lesión. Se originan por descuido o cansancio, según la medicina tradicional mexicana, cuyo carácter es sólo cultural. Hay diversas creencias sobre ellas: en Mazatzongo, Puebla, piensan que sangran mucho cuando ocurren durante la luna tierna; en cambio, no sangran cuando en días de luna llena, ya que la fase lunar provoca que la sangre se espese.
En Tecospa, Estado de México, suelen catalogarse como frías o calientes, dependiendo de su causa. Si se originan por algún metal son frías y si las ocasiona una personas son cálidas. Las producidas por bala se clasifican calientes, ya que el metal absorbe el calor de la pólvora. Las causadas por vidrio, metal, animales o humanos son venenosas, pues se ponen rojas, sanan con lentitud y son muy peligrosas cuando suceden durante la canícula.
En Santa Ana Tlacotenco, DF, aseguran que las heridas causan mayores molestias si ocurren en ese periodo del año y en varias regiones piensan que de producirse con un objeto punzocortante es muy posible que se infecten y se contraiga tétanos. Para su cura se recurre a diversos tratamientos. En Tecospa, utilizan yodo y cebolla para las heridas causadas por cuchillo o vidrio y si sangran demasiado, las cubren con una hoja de gordolobo (Gnaphalium spp.). En Aguascalientes las lavan con jabón y las enjuagan con cocimiento de árnicas morada (Aster gymnocephalus) y amarilla (Grindelia oxylepis).
En Mazatzongo, las limpian con un cocimiento de árnica y, si sangran mucho, con una solución de cruceta (Hamelia patens) para detener la hemorragia; después aplican savia de cacaloxochitl (Plumeria acutifolia) para su pronta cicatrización y evitar que se infecte. En Tamulté de la Sabana, Tabasco, orinan sobre ellas para detener el sangrado y colocan un emplasto de tierra para que cierren o emplean el jugo del maguey o belladona (Atropa belladonna) sobre las lesiones y las cubren con la hoja de la misma planta.
En Temazcaltepec, Estado de México, recomiendan usar la hierba del cáncer, incluso cuando las heridas se han infectado; también emplean el maguey o la orina. En Hidalgo, aplican la tela de araña, epidermis de la cebolla o mexiote. En Las Canoas, Michoacán, los trabajadores de aserraderos las humedecen con gasolina y después colocan un torniquete para detener el sangrado.
En Santa Ana Tlacotenco, las lavan con agua oxigenada y usan petróleo o medicinas de patente (Sulfatiazol, Merthiolate, Furacín o Pomada de la Campana), las cubren con tela de araña y epidermis de cebolla para parar la hemorragia En Morelos, emplean maguey, árnica, ajo (Allium sativum) y cuachalalate (Amphipterygium adstringens), entre otros vegetales. Los campesinos de Sinaloa utilizan el jugo de la pitaya o cardón (Pachycereus pecten-aboriginum) para lavar las heridas y amarran un trozo de la misma planta sobre las lesiones para que se encojan las venas y se detenga la hemorragia.
Existen diversas recomendaciones para una pronta curación y evitar complicaciones. Se sugiere al herido no acercarse a un cadáver ni asistir a velorios o entierros, ya que podría contraer el cáncer de muerto, su lesión podría infectarse y doler mucho. En Santa Ana Tlacotenco aconsejan una dieta estricta, evitar trabajar en exceso y hacer ejercicio leve para que la herida reciba aire y cicatrice.
Para evitar que un aire se introduzca por una herida, los tarahumaras aplican ceniza de carrizo quemado.
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