México se sitúa entre los países más afectados por la obesidad a nivel mundial, ocupando el quinto lugar en incidencia de esta enfermedad. Los datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2022 revelan que más de 50 millones de personas en el país padecen obesidad.
Esta cifra se acentúa al considerar que casi uno de cada tres adultos tiene obesidad, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), lo que posiciona a México entre las naciones con las tasas más altas de obesidad a nivel global.
El Dr. Fernando Barba, internista en la clínica de obesidad, nutrición y metabolismo del Centro Médico ABC, señala que en muchos individuos existe una estrecha conexión entre el hambre emocional y la obesidad. Aproximadamente el 60 por ciento de los pacientes con esta condición también sufren de trastornos depresivos y de ansiedad, lo que subraya la complejidad del problema. Es crucial abordarlo desde una perspectiva multidisciplinaria.
Según la Federación Mundial de la Obesidad, México ha experimentado un aumento preocupante en los niveles de sobrepeso y obesidad en las últimas décadas, con una prevalencia del 72.4 por ciento en la población de 20 años en adelante.
Bajo este contexto, el hambre emocional se ha identificado como un factor psicológico crítico que contribuye significativamente al sobrepeso y a la obesidad. Este fenómeno ocurre cuando las personas, enfrentadas a emociones como tristeza, angustia, ansiedad o incluso felicidad, recurren a la comida no por necesidad fisiológica, sino para mitigar o reforzar esos sentimientos. Este patrón puede derivar en problemas graves de conducta alimentaria, agravando las consecuencias físicas y emocionales.
La obesidad, una enfermedad crónica, predispone a las personas a diversas patologías, como diabetes e hipertensión arterial, aumentando también el riesgo de mortalidad. “Es fundamental tratar la parte emocional de cada paciente. El estado completo de salud y bienestar incluye la parte emocional. Además, debemos atender las expectativas de los pacientes y adaptarlas para mantener su motivación,” añadió.
La relación entre emociones y alimentación es compleja. Las alteraciones hormonales, psicológicas y mecánicas derivadas del hambre emocional requieren la intervención de especialistas para ser tratadas eficazmente. Según el doctor Fernando Barba, “simplificar la obesidad como un problema meramente relacionado con el exceso de peso limita significativamente las opciones de tratamiento. Si la evaluación de esta condición se centra únicamente en el tamaño y peso corporal, la comprensión de la enfermedad queda enormemente restringida.”
Para abordar la obesidad y el hambre emocional de manera efectiva, se requiere una estrategia integral que considere tanto los aspectos físicos como emocionales involucrados. El consumo excesivo de alimentos, independientemente de las emociones que lo motiven, tiene consecuencias negativas para la salud por ello, se debe de buscar la asistencia de profesionales especializados para un enfoque multidisciplinario que pueda generar mejoras sustanciales en la salud y el bienestar general de las personas.
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